Hacia una actitud lectora

(Apuntes para debate)

Luz María Chapela

 

Leer es mirar con atención el mundo que nos rodea para “escucharlo”.

Leer es preguntarles a los otros y a la naturaleza misma cómo están, qué tal la están pasando, qué necesitan, qué piensan, qué saben o qué quieren.

Leer es salir de uno y una misma en busca de los otros. Es interesarse por la vida. Es desear pertenecer y buscar comunicarse.

En este sentido podemossimba “leer” las nubes que nos hablan del viento y su velocidad, o de la altura a la que están viajando. Podemos preguntarles a las nubes qué imágenes quisieran “platicarnos” con sus formas o qué destino le piensan dar a la figura de una ardilla que descubrimos en medio de sus algodones cambiantes.

Podemos pedirle al río que nos cuente, con el lenguaje de su caudal y su color, en dónde y cuándo cayó una tormenta. La tierra húmeda escribe para nosotros los nombres (con el lenguaje de las huellas) de los animales que la han cruzado. Los árboles dARBOLel bosque con el musgo de sus troncos escriben para nosotros la dirección del norte, si sabemos leerlos. El grosor de la leche nos habla de la salud de la vaca. Los campos dicen cuánto hace que no llueve sobre el texto del pasto. El silencio marca la alta noche. Y los pájaros, como diarios que anuncian las noticias, redactan con sus trinos la llegada del sol y d
an la hora exacta.

La vida siempre deja huella. La naturaleza está llena de signos, está llena de textos que nos invitan a leerla, a decodificarla.

Por esto, una manera básica de fomentar la lectura, es fomentar desde la primera infancia el amor por la vida, el interés por sus mensajes, la avidez por conocer a los otros, por aprender acerca de sus particularidades, de sus maneras diferentes de ser ellos y ellas mismos.

Una manera de fomentar la lectura es rodear a los niños y a las niñas de un ambiente rico en estímulos y al mismo tiempo resguardado y seguro, un ambiente interesante (que genera interés), un ambiente literalmente “amable”.

Tenemos que estar con ellas y ellos cuando lean su ambiente interesante y amable:

  • Para darles palabras que les permitan nombrarlo
  • Para asegurarles que estamos cerca cuando la “lectura” que hagan les resulte extraña, o cuando los asuste, o cuando los entristezca
  • Para escuchar sus lecturas y preguntarles más acerca de ellas
  • Para alegrarnos con ellas y ellos cuando descubran “lecturas” alegres, sorprendentes o fortificantes
  • Y muy particularmente, para invitarlos a “redactar” sus propios textos (con gestos, con ritmos, con dibujos, con barro, con música o con palabras) para que, a través de sus propias redacciones, entren en franco diálogo horizontal con ese mundo que leen y al cual ellos responden como autores, con sus propias preguntas, ideas o emociones personales.

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Una lectora o lector es como una antena que apunta al horizonte abierto: interesada y valiente, en busca de señales. Un escritor o escritora es como un diamante precioso que, con su brillo, anuncia su presencia diferente. Las niñas y los niños tienen desde su nacimiento, la capacidad y la necesidad de “leer” para preguntarle al mundo por su salud, su nombre y sus características y tienen la necesidad de “escribir” para anunciarle al mundo: existo, pienso y siento.

El dominio del alfabeto no hace a un lector o a una escritora.

El ser lector y escritor apasionado tiene más bien que ver con una condición espiritual mezcla de fortaleza, autoestima, interés, confianza, respeto, hábito de platicar y alegría de vivir. Tiene que ver con la capacidad de rebasar fronteras, de preguntar, de ir más allá, de enfrentarse a los otros diversos desde la propia identidad y la certeza de que se es querido y de que se pertenece.